miércoles, 25 de abril de 2007

El poder y yo. Primera Parte.

Este es un relato real. Gran parte de los nombres han sido excluidos para no dañar a las personas involucradas. Más aún, si alguien se reconoce leyendo esto es porque también tiene una culpa por pagar.

Parte Uno: El momento de las ideas.

Corria el fin de año del 2005. A esas alturas estaba saturado de clases, trabajos, peleas con una banda que se sostenía solo por la tozudes de sus integrantes y las fechas pendientes. Ese final de año fue ridiculamente un ejemplo de quien escribe llevado a tantos ambitos en los que nunca había estado (por primera y unica vez en mi vida estaba estresado, tocando y planeando "el futuro") y a los cuales solo había entrado por la curiosidad de verse inscrito en otras instancias para el autoreconocimiento, para saber quien era yo y hasta donde podía llegar.

Estaba en tres momentos muy particulares: La postproducción del disco de la banda, una relación que devenía fracasada y un ritmo de ideas que no cesaban en las tareas universitarias. Ese último punto es quizas el más importante para este relato, porque la necesidad de verme relacionado por el "poder" va de la mano con sacar conclusiones respecto a esas ideas.

Era fines de octubre del 2005 y en uno de los ramos de la carrera había que concretar una investigación sobre algo que tuviera relación con la socialización y los medios de comunicación. Ese año fue muy convulsionado en términos de manifestaciones, tomas, discursos, conciencias y tantos otros temas que con el paso de los años siguen presentes, ya no como lucha, si no más bien como excusa para que las antiguas y nuevas caras de las diferentes instancias políticas tengan una vitrina pública y visitada. Y allí estuve durmiendo en el suelo de una facultad tomada, caminando por las calles de Concepción con un lienzo que llamaba a democratizar la universidad, al rato después corriendo por una calle con los pacos a tres metros y el guanaco espantando al resto, reclamando por la necesidad de que el estudio fuera un derecho y no un lujo y todas esas cosas que uno apoya extasiado por la masa que parece un estruendoso eco de tu propia voz.

La idea era entonces adentrarse en esos términos: ¿Como se socializa el poder y la representación al interior de la universidad? y ¿Los mensajes, las pancartas, los letreros de reclamo no son una expresión totalizadora de una expresión general de descontento apagada por los nulos espacios de participación y expresión de ideas fuera de las instancias politicas institucionales antes que simplemente ser escuchado?. ¿Pero como investigar eso? ¿Como entrar a esas instancias sin perder el rumbo y tratando de tomar todos los datos posibles? Vaya pregunta que se hicieron un par de amigos/vecinos mientras fumaban el enèsimo porro de marihuana un fin de semana. Entonces él, el ingeniero pianista y frustrado arquitecto llegó casi al mismo tiempo a la idea que concretaba todo: postular a la coordinadora de estudiantes (un regenerado centro de alumnos) sin buscar ganar, si no destruir y valorar romper. Diseñamos un plan de trabajo basado en la no publicidad de la candidatura, en criticar y destruir a los otros candidatos (a menos que se formara una alianza) y a partir de esas ruinas empezar a construir, es decir, plantear el miedo, el fracaso y el conflicto, temas que nunca han hecho que alguien gane en la politica, temas de los que todos escapan. Dentro de ese plan estaban también ensayar los debates, informarse y hacer notar cuando los otros no estaban informados.

Nuestro trabajo era de joyería: entrar sin que lo noten, provocar un caos basado en las propias falencias y salir por la puerta de atras sin cargar culpas, solo datos. Nos sentiamos preparados para eso porque nos habíamos dado cuenta de los errores de los otros, porque ya conocíamos todas sus cartas y ellos siquiera tenían idea de quien era el nuevo jugador y sus cartas. Lo desconocido siempre provoca miedo y desaliento.

Esperamos hasta el ultimo dia para inscribir la candidatura, para asegurarnos que los esperados candidatos estuvieran ya en la lista. Allí estaban los espejos de la eternización de las instancias del poder: viejos estandartes, delegados de curso, hijos de concejales y los eternos clones de los partidos de la izquierda revolucionaria de antaño. La verdad es que mucha gente me tachó de ser parte de la derecha después de saber lo de la candidatura; lo desconocido también crea confusión. En esto no había ni izquierdas ni derechas, había caos y reinvención como utopía.