viernes, 10 de agosto de 2007

Entendiendo la realidad política chilena con Los Simpsons.


Hace un par de días atrás, gracias a la notoriedad que han adquirido “Los Simpsons” desde el estreno de su película, nos pusimos a recordar capítulos de la serie con algunos amigos durante una conversada fiesta. Entre historias y circunstancias se me vino a la mente una escena donde Marge, apremiada por el tiempo y las locuras de sus hijos, le pide comprensión a una persona detrás de un mesón que atendía un servicio público. Él, el típico ser promedio que acostumbramos a ver en todos lados y en todas circunstancias y que no tomamos muy en serio, la mira con desgano y le dice “Señora, soy un funcionario público, no puedo usar mi criterio”. Luego de esa frase ella cae en el más absoluto desencanto y alteración, creyendo (como cada estadounidense que se traga el cuento de un país donde su voz si es escuchada) que las cosas se podrían cambiar si todos pusiéramos de nuestra parte y criticáramos lo que nos molesta.
No por nada “Los Simpsons” se han ganado un espacio en nuestras conversaciones más convencionales y no es menos cierto que el humor norteamericano se está volviendo cada vez más universal. South Park, Seinfield en su momento e incluso el formato del Stand Up ya se han albergado en la manera que nos hacen reír los medios. ¿Será acaso que, poco a poco, gracias a la globalización, nos reímos todos de lo mismo? Y si nos reímos de lo mismo que los estadounidenses ¿Será porque nos está pasando lo mismo, tenemos el mismo descontento, las mismas filas en las municipalidades y nuestras “Marges” están clonándose entre esposos estúpidos y funcionarios públicos sin criterio personal? Pero calma, parece que la respuesta a esa pregunta va más por el lado del descontento y el formato que detona ese descontento. Si después de todo, en Chile, siempre las cosas mutan más extrañamente que en otros lados.
Veámoslo así: Las últimas encuestas respecto a la situación política en Chile indican dos cosas claras; por un lado un notorio descenso en la aprobación de la gestión de la Concertación en este tramo y, por el otro, una derecha que no logra captar el descontento de los encuestados. Puede llegar a exponerse una tercera situación, la de las fuerzas políticas menores que, en la lógica del 33% para todos (es decir, un tercio para la izquierda, para el centro y para la derecha) no tiene cabida porque la teoría es francamente un chiste sacado de Los Simpsons. El Juntos Podemos, siendo una fuerza que tranzó sus pocos pero importantes votos desde el Partido Comunista, simplemente ha desaparecido del mapa político chileno de este último año, dejando el espacio de la divergencia y el descontento contenidos en los paraderos atestados del Transantiago, dentro de las casas en las zonas aisladas por la nieve o en las universidades que eligen a evangélicos como lideres de sus federaciones de estudiantes. O sea, la situación política se parece en algo a la estadounidense, donde cada error de un mandatario o de su gabinete es un nuevo chiste para los respectivos monólogos de Stand Up, donde la oposición es más mediática que certera (se dice por allí que Longueira tuvo que bajar sus videos de YouTube simulando “Alguien te Mira” después de su fracaso como candidato) y donde las fuerzas menores no son más que eso, fuerzas menores y autodisminuiyéndose. No sería raro en estas circunstancias que Condorito sea invitado a Queer Eye for the Straight Guy para satisfacer los gustos de Yayita, aunque para nuestras “Marge” esto no es otra cosa que un canal más en el eterno zapping mientras su Homero bodeguero del supermercado Líder duerme y sueña con tener a Luciana Salazar en su cama dándole de comer rosquillas.
El humor en este sentido puede tener tantos lugares en común que es obvio pensar que hay más de algún parecido entre las situaciones que se viven en el norte y en el sur. Por lo tanto la explicación que existe detrás de los números de las encuestas va más allá de las que vemos en las noticias, esas frases que dicen “el Transantiago le pasa la cuenta a Bachelet” o “Piñera se alza como el político con más futuro pero es el más criticado por sus negocios”, sino que tiene que ver más bien con lo que es la expresión más primitiva del humor: la imagen que se proyecta. Los payasos se visten de color para reafirmar la alegría que pretender entregar. Seinfield solía vestirse con su ropa de oficinista para demostrarse como uno más y diferente a la vez, para decirnos “Hey! Yo soy casi tan igual que tú!”. Si la imagen es nuestra primera referencia y a la vez un mensaje claro respecto al sujeto y su contexto, es claro que podríamos entender el problema de la Concertación y la derecha con este lente.
Tomemos las dos imágenes que representan de mejor manera estos dos años de gobierno, como lo son Bachelet y Lagos Weber. Veámoslos como se visten y cuales son sus frases favoritas: “Este gobierno se rige por sus políticas y no por las encuestas, que por lo demás son importantes y nos dan una pauta pero no son trascendentales” ¿Cuántas veces hemos escuchado esto y aún no lo podemos entender? La frase esa es tan idéntica como la que sulfura a Marge: “Soy un funcionario público, no puedo usar mi criterio”. Personalmente, este último tiempo tuve que vérmelas con variopintos seres de ese tipo debido a mi práctica y déjenme decirles que son tan caricaturescos como reales, tan resueltos a hacer su rol y solo su rol preestablecido, a no ser creativos; pero no es culpa de ellos, sus ideas se han ido con la inercia de un puesto en un servicio público, comentando lo que no pueden hacer a su esposa o marido, a su gato o a una planta de marihuana que terminan por reflejar sus deseos escondidos pero nunca aceptados. Cuando hablaba con un funcionario público “técnico en cualquier cosa que no necesite ideas” veía un clon de Lagos Weber, siempre diciendo lo mismo y sin salirse de allí. Pedir una hora y preguntar sobre algo a una persona que tomara decisiones era llegar a la oficina de Bachelet y que me diga: “Mira, ese tema lo maneja mi asesor así que habla con él”, aunque en el fondo ella no hablara porque sencillamente no tenía idea o no le habían dicho que decir, porque una vez más, su criterio no es necesario.
Pero hay momentos donde las cosas pasan, donde el atisbo de humanidad se ejerce y vaya que cuesta caro, como la portada de la sección de reportajes donde Bachelet disparaba: “Mi instinto me decía que el Transantiago no iba a funcionar”. Creo que es justamente eso lo que necesitan las personas en las instituciones públicas: atisbos de humanidad y de sentido común, después de todo cada uno de los usuarios ya sabía de antemano la crisis. Ella aprendió la lección tan fácilmente que ahora anda callando a sus ministros después de cada palabra que los diarios publican y que los descubren como Homo Sapiens.
Ya han pasado dos años de mandato y tal vez ya sea suficiente para entender el problema: si todos odiamos que alguien no entienda nuestro problema en una oficina de la CONADI, de la municipalidad o de un hospital por ser “funcionario público”, lo que menos queremos es que ellos, en las lógicas en que están sometidos, estén al mando de un país, estén diciéndonos que este es un gobierno hecho por y para la gente pero sin dejarse influenciar por las encuestas (¿Cómo esto no va a ser material para el humor?). Los pingüinos se dieron cuenta muy bien de este problema y atacaron con mensajes tan lapidarios como humanos una máquina hecha de personas incapacitadas de manifestar sus ideas y sensaciones. Las ideas políticas son entonces oposición solo siendo ideas ¿Qué hay entonces de la oposición al gobierno, de la derecha para ser más específico?
Un caso más que ejemplar es la imagen de Sebastián Piñera quien en los debates presidenciales y hoy en día, cuando habla de economía es un Don, un ente metafísico endiosado que juega ajedrez y gana con sus peones trabajando en LAN bajo condiciones que ya han sido demostradas como mínimas y extenuantes, pero cuando se pone a hablar de la gente, de sus problemas y de cualquier cosa que tenga que ver con ser humano su discurso es tan poco posicionado como sus accionistas vendiendo o comprando en la Bolsa, ejerciendo solo las acciones necesarias en el momento oportuno para no descolocar, aunque hable de “sueldo mínimo ético”. A modo personal, podría hablar de las imágenes de Evelyn Matthei o Lily Perez, pero solo pensar en esas mujeres y su menopausia político-partidista-Pinochet.I.Love.You me produce unas ganas terribles a seguir de largo. Hablar de Adolfo Zaldivar (¿Y que esperaban? ¿Qué lo pusiera en la Concertación?) es como ver al tío malas pulgas que siendo un putero y pendenciero toda su vida hoy solo lo dejan vivir en la casa porque sus hijos están esperando su muerte. La derecha si bien no responde a lo que es el concepto de funcionario público de gobierno tampoco es una opción por la sencilla razón que estando fuera no presentan ideas nuevas, solo celebran la tristeza de un gobierno que no sabe que hacer ni puede hacerlo, y aunque se sientas conformes de celebrar, lo cierto es que también están celebrando el descontento y disconformidad de los votantes. Es como si uno fuera de la Universidad de Chile y solo celebrara las derrotas de Colo Colo sin preocuparse de cómo le va al equipo que apoyo. No tienen el peso propio ni el aval porque los votantes ven en ellos a sus propios jefes que no pagan las horas extras y que los despiden por llegar atrasados cuando la Trocal que transbordan por tercera vez demora su llegada al trabajo. Su sentido humano es igual de triste que el funcionario público, su humanidad se ejerce en un memo o simplemente en sus mandatos.
Si usted vota está en una triste posición: ¿Voto por el funcionario público sin criterio o por el jefe abusador que no me deposita en la AFP? Sinceramente no me gustaría estar en sus zapatos, pero sin duda que Los Simpsons después del horario de oficina debe ser un gran relajo al llegar a casa. Lisa es una pingüino anarquista con blog vegano, Marge es nuestra madre escuchando al Rumpy, Bart es nuestro hijo o primo mimado e hiperactivo, Krusty es parte del Staff de Morandé con Compañía, tenemos un Flanders todos los domingos a las 8 de la mañana fuera de nuestra puerta vendiéndonos misericordia para recibir salvación y nosotros estamos viendo el noticiario de Ken Brockman con acento español castizo donde aparece el Señor Burns hablando del salario mínimo ético interpelando a un Alcalde Diamante que solo atina a responder que no se rige por las encuestas. En ese rato nos rascamos la panza, eructamos y cuando las pilas del control remoto se terminan sin tener las de repuesto a mano decimos ¡Do-uh!. Nunca el humor de esta serie había sido tan universal ni tan dramáticamente real como ahora.


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